En la industria de la hospitalidad, cerrar un local es una de las experiencias más duras que un emprendedor puede enfrentar. Es una herida que mezcla lo financiero con lo emocional. Muchos, después de un golpe así, deciden bajar los brazos. Pero algunos, impulsados por una convicción más profunda, eligen volver a levantarse. Esa es la historia de Manuel, el alma detrás de Del Corral, quien, tras el cierre de su bar en Concepción, ha decidido apostar por un renacer en la ciudad de Los Ángeles.
Ante la pregunta de qué lo motivó a volver a emprender, la respuesta de Manuel no se centra en el negocio, sino en el propósito. “Lo que más me motiva día a día es mi familia, mis dos hijas y mi esposa. Tratar de darle el mejor futuro posible y que me vean realizado”, reflexiona. Esa realización, para él, está intrínsecamente ligada al oficio de la hospitalidad. “Extrañaba mucho volver a hablar con público, con los amigos, con clientes, con proveedores. Extrañaba mucho esa dinámica. Necesitaba volver a sentirme vigente y vivo.”
La elección de Los Ángeles no fue un plan meticuloso, sino una oportunidad que supieron leer. “Apareció este local dentro del radar, nos lo ofrecieron, vimos los costos y era súper aterrizado y súper posible”, cuenta Manuel. Pero la decisión final se basó en un análisis estratégico del mercado: “Vimos que en Los Ángeles, el mundo cervecero aún está súper de lado. Entonces dijimos ‘vamos a llevar una propuesta nueva, algo para sumar y acercar la cultura cervecera a Los Ángeles’, ya que nosotros nos dedicamos full a hacer cultura y educación cervecera.”
El viaje no ha estado exento de lecciones duras. Manuel es honesto al reconocer los aprendizajes que le dejó la experiencia anterior. “Lo más importante es aprender a ordenarme en todo, a empezar a llevar registro de cada cosa que hago, a no confiar tanto en la gente”, admite. Esta nueva etapa está marcada por un enfoque mucho más riguroso. “Estamos tratando de hacer todo bien, llevar todo bien costeado, inventariado y todo eso.”, afirma, demostrando que la resiliencia también se construye con planillas de Excel y procesos claros.
Este nuevo Del Corral no es una simple réplica del anterior. Es una reinvención. “El concepto de marca ha ido cambiando bastante con los años, este ya es el quinto local que abrimos”, explica Manuel. La nueva propuesta evoluciona hacia un «Club Cervecero», un concepto que busca profundizar el lazo con su comunidad. “Nos dimos cuenta en este cierre que la gente se sentía parte de una comunidad, y queremos explotar eso. Que por ser parte de esta comunidad, tengan beneficios.” El alma sigue siendo la misma —la buena comida, representada por su icónica hamburguesa Del Corral— pero el modelo de negocio ahora se centra en la pertenencia.
La ambición de Manuel para esta nueva etapa es clara: posicionarse y educar. “Esperamos que seamos los precursores de la educación cervecera [en Los Ángeles] y que la gente venga a las catas, a las actividades que hacemos”, comenta. Su visión es convertir a Del Corral en un polo cultural que atraiga talento y genere conocimiento, no solo de cerveza, sino de toda la industria de bebidas.
Al final de la conversación, la reflexión más profunda de Manuel no es sobre el negocio, sino sobre el viaje humano. ¿El aprendizaje más grande? “Que la familia siempre está al lado, que la familia no te abandona, y que muchos amigos se convierten en familia”, concluye. Menciona con gratitud el apoyo incondicional de su círculo más cercano, de colegas y clientes que se transformaron en un pilar en los momentos más duros. “Fue súper reconfortante y me sentí muy protegido.”
El nuevo Del Corral, entonces, no está construido solo con ladrillos e insumos. Está cimentado en la resiliencia de un profesional que aprendió de sus errores, en la visión de un educador que busca crear cultura y, sobre todo, en la fuerza de los lazos humanos que lo sostuvieron cuando todo parecía perdido. Y esa, quizás, es la receta más valiosa de todas.