Encontrar propuestas de alta gastronomía en regiones es siempre una noticia que celebrar. La noche del pasado 31 de Julio, tuvimos la oportunidad de asistir a una de estas valiosas veladas en Latitud Sur, donde el equipo se propuso una ambiciosa tarea: demostrar que la cerveza artesanal puede ser la protagonista de una experiencia de maridaje de alto nivel.
El menú fue un recorrido audaz por seis tiempos, donde la cocina de Latitud Sur dialogó con las creaciones de la cervecería local Indomable. El viaje comenzó con «Imperdible», un crudo de res con notas ácidas de alcaparras y pepinillos, que encontró un contrapunto refrescante y amargo en la «Santa Petronila», una American Pale Ale. La travesía continuó con platos como «Caleta», un salmón ahumado con palta y sour cream, armonizado con la complejidad de una Belgian Tripel «San Sebastián».

La propuesta demostró su carácter con platos contundentes como «Emplumado», una pechuga de pollo sobre una cremosa pastelera de choclo, maridado con la «Chorero Porter», cuyas notas tostadas y a café complementaban el dulzor del choclo de manera sorprendente. Pero el momento más comentado de la noche fue, sin duda, el postre: una pizza dulce con Nutella y frambuesas bautizada como «Frambuesaurio», que se enfrentó con éxito a la complejidad de una «Nonguén», una potente Imperial Stout. Fue una clara demostración de que las reglas del maridaje están para reinventarse.
La noche, además, fue un reflejo de la creciente cultura de colaboración en la escena local. El espíritu del evento se vio enriquecido por la participación de otros actores de la industria. La distribuidora SOCAIBA estuvo presente apoyando la iniciativa con productos y su embajador Iván Hernández, y la destilería Gin Provincia complementó la oferta con dos cócteles que, de forma muy interesante, integraban cerveza en sus recetas, más la presencia de su embajador también, Jaime Sanhueza. Fue una muestra de cómo diferentes marcas y profesionales pueden convivir y potenciar una misma experiencia, en lugar de competir.
Más allá de los sabores y las texturas, lo que una noche como esta demuestra es la madurez de la escena gastronómica de Concepción. La voluntad de un local como Latitud Sur de invertir en una experiencia curada, de abrir sus puertas a la colaboración con productores locales y de enfocarse en educar el paladar de sus clientes, es una señal inequívoca de un ecosistema que está creciendo con una base de profesionalismo y respeto por el producto. Son este tipo de iniciativas las que construyen, de forma silenciosa pero constante, una verdadera cultura gastronómica.
